La incipiente y frágil apertura democrática para la comunidad afromexicana, se mide este 2024
Apenas en 2021 el INE instó a los partidos políticos a incluir en sus fórmulas para el Congreso a descendientes africanos. La cuota se llenó con usurpadores, y este año puede pasar lo mismo ante la falta de filtros y compromiso reales, dice María Celeste Sánchez, la primera Senadora con raíces negras en la historia del país.
Ignacio Alvarado Álvarez.
México tenía una deuda pendiente con su población afro, a quien mantuvo invisibilizada hasta el censo de 2020. En dos siglos como nación libre, los mexicanos con raíces africanas se hallaban fuera hasta del imaginario colectivo. El movimiento que buscó sacarlos del anonimato inició en 1997 y demoró 18 años para que el Inegi emprendiera un primer conteo preliminar en 2015. El ejercicio sirvió para que 1.3 millones se identificara como afrodescendiente, un número que casi se duplicó cinco años más tarde, con una encuesta irregular emprendida en plena pandemia, que dejó la cifra en 2 millones 576 mil 213. Bajo ese nuevo paradigma se ha dado un avance -así sea a cuentagotas- dentro del mapa electoral. En 2021 la Cámara de Diputados recibió a seis legisladores registrados como parte de la comunidad, un representativo que, pese a sus controversias, habrá de crecer en representatividad este año.
La irrupción de afrodescendientes en contiendas electorales es tan nueva como frágil. En las presidenciales de 2018 carecían aún de reconocimiento constitucional y por lo tanto estaban excluidos de cualquier proceso federal. La intercensal de 2015 y la inminencia del conteo formal de 2020, llevó al Instituto Nacional Electoral a emitir un acuerdo mediante el cual se conminaba a los partidos políticos a incluir en sus candidaturas a una parte representativa de población afromexicana. Pero un acuerdo que insta, por muy general que sea, deja un sinfín de resquicios por los que se cuelan los falsos descendientes de africanos. O peor: sin la obligatoriedad de una ley, puede sacarlos de la jugada en cualquier momento. “Lo que se busca es que haya cuotas específicas, que no sea solo por un acuerdo”, dice María Celeste Sánchez Sugía, activista en afrodescendencias y Senadora suplente por la CDMX. “Si se mantienen las cosas como están, en el momento en el que el INE no crea conveniente o no crea importante que tenemos que ocupar estos espacios, pues simplemente ya no se dan y esto se termina”.
Sánchez, doctorada en Ciencias Biomédicas por la UNAM, es la primera afromexicana en ejercer como Senadora de la República. Lo hizo entre octubre de 2020 y comienzos del verano de 2022, como suplente de la secretaria general de Morena, Citlali Hernández. Es decir, no fue por una acción afirmativa. Con una madre nacida en Cuajinicuilapa, la ciudad con mayor población afrodescendiente, en la Costa Chica de Guerrero, Sánchez no se reconoció como tal sino hasta hace una década, a los 22 años. Metida de lleno en el activismo, buscó información de su historia familiar, de sus tradiciones y costumbres. Su madre -quien de hecho se asume como persona negra- había llegado a la capital mexicana con 17 años, en medio de un contexto de discriminación y falta de reconocimiento institucional. El fenotipo, sin embargo, no es lo único que define el linaje. De ahí que el movimiento por la reivindicación está centrado ahora en incentivar la búsqueda personal de la raíz. “Hay estados como Chihuahua, como Durango o como Puebla en donde hay mucho racismo, mucha discriminación. Estados en donde no hay un trabajo desde el movimiento, desde asociaciones civiles; no hay un trabajo organizado y por lo tanto pensarías que no hay población afromexicana, que solo existe en la costa de Guerrero y Oaxaca. Pero lo cierto es que ahí es donde comenzó el trabajo de las asociaciones y de la Academia. Entonces, si buscamos más allá de la apariencia, no somos 2.5 millones, somo muchos más. Lo que falta es trabar en la visibilización, en lograr que más personas se identifiquen como afrodescendientes”.
-El reconocimiento formal de 2.5 millones de afrodescendientes les permite, así sea por acuerdo con los partidos políticos, una representación legislativa que antes de 2021 no se tenía. ¿Es suficiente?
-Somos el 2% de la población total en general, pero no podríamos -o al menos yo estoy en desacuerdo y muchos compañeros también- simplemente decir: ‘Ah, bueno es el 2%, entonces toca el 2% del Congreso’. ¿Por qué? Porque llevamos años, siglos siendo invisibilizados, siglos sin haber estado en este tipo de espacios, y en lugares en donde podríamos ser parte de la representación.
Por ello tenemos años de retraso en la búsqueda por nuestros derechos, y por eso es que no podemos hacerlo dependiendo del porcentaje de la población, sabiendo también que si bien es cierto que somos 2.5 millones de personas que se reconocen en todo el país, este no es un número verdadero. Cuando se realizó el censo 2020, fue justo en el momento que comenzó la pandemia, y el censo paró una semana antes de lo que se tenía previsto. Así que tenemos bases para sostener que no somos 2.5 millones de afromexicanos. Somos muchas más personas.
–Desde 2021 la población afromexicana tiene seis miembros en el Congreso Federal, aunque cinco de ellos no son reconocidos como parte de la comunidad. ¿Pueden evitarse este tipo de apropiaciones?
-Es necesario establecer filtros. No puedes llegar y postularte con solo decirte afrodescendiente sin que exista una cercanía ni con las tradiciones ni con las costumbres de la comunidad. Desde luego tenemos el derecho a identificarnos como queremos, pero tendríamos que estar pensando en términos de que no cualquiera llega un día y dice: ‘Ah, soy una persona afro, o soy una persona indígena, o soy una persona de la comunidad LGBT’. Se requiere de un proceso de reconocimiento a través de las tradiciones, a través de las costumbres y también -al menos en mi caso- de un fenotipo, con una historia de vida, una historia familiar de costumbres y tradiciones.
-Pasa algo similar con la población indígena. ¿Qué se necesita adecuar en la ley para que ocurra una representatividad más genuina?
-Desde el legislativo se tiene que reformar que esté dentro de la ley este tipo de cuotas, este tipo de espacios en los cuales exista un tipo de filtros específicos para cada una de las poblaciones. Ese ha sido un gran problema, como en otras reformas que se han hecho, en donde se dice: ‘Para la población indígena y para pueblos y comunidades afroamexicanas’. Eso es generalizar y decir que todo lo que sucede con la población indígena sucede con la población afro. Y eso no sucede.
En términos de población indígena, de pueblos originarios, muchos de ellos además de la autoadscripción, piden que haya una autoadscripción calificada en donde sean autoridades de la comunidad, tras una asamblea, las que determinen quiénes sí son y representan a esa comunidad. Sin embargo entre la población afromexicana eso no pasa.
Añadiría que todo ello debe quedar también dentro de la ley desde un enfoque cultural, un enfoque de diversidad, que dependiendo de cómo se maneje la comunidad y el pueblo, se manejen las autoadscripciones.
-Si pensamos en el norte de México, están los Mascogos en Coahuila. ¿Tienen espacios conquistados dentro de la política o se mantienen solo como materia de estudio antropológico?
–Hay una cierta relación y obviamente están dentro el movimiento afromexicano, gracias a personas como Laura Herrera, como Dulce Herrera, que son parte de una familia de activistas que han estado buscando visibilizar y también que no se pierdan los cantos y la lengua de esta comunidad. Pero la historia de cómo llegan a Coahuila es muy distinta a la de comunidades y pueblos que hay al sur o el centro del país. Por eso mismo es que ellos tienen otro tipo de organización. Tienen un tipo de asamblea, y buscan rescatar no solamente la gastronomía, sino también la lengua, que se está perdiendo con el tiempo, y los cantos, que son súper importantes para ellos. Sin embargo, al ser un pueblo un tanto aislado del movimiento afroamexicano, sin duda también falta una mejor representación en términos legislativos.
-Han salido las consultas del INE para incluir a pueblos y comunidades minoritarios. Con la experiencia de 2021, qué tanto se ha incentivado la participación política de la población afromexicana para las elecciones de este año.
-No tengo el dato preciso, pero te puedo decir que hay muchas personas para este 2024. Yo creo que va a ser histórico el número de personas que se registren como afromexicanas para llegar a estos espacios. Pero debo señalar, también, que debido a los pocos filtros, debido a la poca cercanía que hay de los partidos políticos al movimiento afromexicano, a los pueblos y comunidades, habrá muchas usurpaciones.
Por eso es importante que se tenga un respaldo legítimo de los pueblos y de las comunidades, y que se tenga una agenda en favor de los pueblos y las comunidades, y que no baste solamente con que sea una persona fenotípicamente afro, porque pareciera que lo único que se está buscando es que parezca afro, que tenga el color, los chinos, los rasgos, y que con eso los partidos políticos piensen que pueden tomarlo y pueden registrarlo y así cumplir con uno de los requisitos que pide el INE, sin importar que tenga una agenda a favor de esta comunidad. Y eso es algo central, porque para eso se busca que haya representación en el Congreso Federal y también a nivel local. Ese, considero, debe ser un filtro muy importante a la hora de ver quiénes van a representar, y que no se trate solamente de incluir a personas que parecieran diversas pero que no llevan agendas específicas de las comunidades y de los pueblos.
-En el México actual, cuál es la importancia de este tipo de representación legislativa.
-Primero, para estar en todos los espacios. Gracias a los estereotipos, al racismo sistémico en el cual hemos estado desde que existimos acá, estamos borrados de todos los espacios, o solamente estamos en los espacios técnicos o de menor jerarquía. Esa es una de las cosas por las que es necesario tener una digna representación y saber que las nuevas generaciones pueden ocupar estos espacios.
Pero mucho más importante es que sean personas dentro de la comunidad, dentro de los pueblos, las que lleven y que pongan sobre la mesa agendas que nos cruzan. Si bien es cierto que hay personas que son aliadas a una agenda antirracista, inclusiva, no va a ser lo mismo, nunca será lo mismo, que una persona que no vive la realidad de una persona afromexicana representante, responda y respalde una agenda de los pueblos y comunidades afro.
Hay aliados y buscamos que haya más aliados porque, como sabemos, para que se apruebe alguna ley, para que haya algún cambio legislativo, necesitamos mayoría. Sin embargo, quien va a poner sobre la mesa desde la realidad, desde lo que nos atraviesa, debe de ser una persona afromexicana. Igual que ha pasado con personas dentro de la comunidad LGBT. Nosotros no podríamos decir: ‘Esto es lo que les interesa’. Por eso mismo es que en este momento podemos ver el ejemplo más claro de por qué necesitamos un Congreso en el cual haya representación de mujeres: es porque los hombres no van a llevar una agenda feminista y no van a llevar una agenda de igualdad. Entonces necesitamos también mujeres dentro del Congreso, y es lo mismo que va a pasar para los grupos en situación de vulnerabilidad, en donde también tendremos que estar representados y llevar una agenda desde nuestras voces.
about ignacio alvarado álvarez
Journalist - Periodista
Periodista especializado en sistemas criminales, estructura y política sociales.
Fue co-director de Newsweek en Español. Formó parte de la Unidad de Investigaciones Especiales de El Universal.
Ha colaborado en las revistas EmeEquis, Contralínea, Variopinto, Letras Libres y el diario La Jornada. Escribió para el área de reportajes especiales de Al Jazeera América. Fue jefe de información y reportero de la Unidad de Investigaciones de El Diario de Juárez.
Conferencista y director de talleres sobre periodismo de investigación en universidades de México, Estados Unidos, Europa y Centroamérica.
Es coautor de los libros La Guerra por Juárez (Planeta 2010) y La guerra contra el narco y otras mentiras (BUAP 2011).
Fue asesor de estrategia comunicacional de la Comisión de Asuntos Fronterizos del Senado de la República (2001-2003), y productor asociado en América Latina de ARD, Televisión Pública Alemana.
Actualmente colabora en portafolios de investigación con Insight Crime.