EL FACTOR FEMINISTA
Ignacio Alvarado Álvarez.
Ciudad de México
La muchacha emprende una caminata de prisa apenas desciende del auto en el que un amigo la acercó a dos calles de su casa, en la colonia San Sebastián, al norte de la Ciudad de México. Son poco menos de las 02:00 horas del sábado 3 de agosto de 2019. Casi por alcanzar la puerta, una patrulla con las torretas encendidas se aproxima con lentitud. Uno de los cuatro agentes tripulantes baja y aborda a la joven de 17 años. Ella se aterra y timbra al azar. Dice al policía que ahí vive su tío. Por respuesta, es obligada a subir a la unidad. Los cuatro la violan. Es el tercer asalto sexual cometido por elementos de seguridad pública que habrá de ser denunciado penalmente en menos de cuatro semanas, y que activará el mayor movimiento de protesta feminista nueve días más tarde, con la marcha #NoMeCuidanMeViolan.
La violencia contra las mujeres ha caído para entonces en el descaro total, no solo en la capital mexicana, sino en el resto del país. En promedio, cada día se reportan dos mil agresiones sexuales y el año cerrará con más de mil feminicidios, 10 por ciento más que en 2018 y proporcionalmente 2.5 puntos por encima del total de homicidios dolosos. Las mujeres no están a salvo ni en el transporte público. Lo mismo desaparecen a bordo de autobuses que de vagones del metro o de taxis. La ola feminista se enciende también con el reclamo del derecho reproductivo y la despenalización del aborto, activa el #MeToo y se cuestiona el sesgo informativo que sobre las violencias realizan los medios de comunicación. México se mantiene desde entonces en el listado de los países latinoamericanos con mayor índice feminicida.
A pesar de las modificaciones a la ley en favor de la agenda feminista, las desapariciones y asesinatos han ido en aumento. La cifra diaria oscila entre 10 y 12 mujeres asesinadas cada día, de las cuales solo la cuarta parte se contabiliza como feminicidio. La falta de un ejercicio judicial con perspectiva de género mantiene en la oscuridad la verdadera dimensión del fenómeno, de acuerdo con algunos grupos y colectivos, como el Observatorio Nacional del Feminicidio. Prevalece también la impunidad, que ronda el 95 por ciento de los casos denunciados. En medio del oscuro panorama, la manifestación pública de las mujeres se ha vuelto mayor y más intensa, lo que ha desatado un ánimo de descalificaciones, desde el presidente de la República hasta mandatarios en entidades y municipios.
“El 2019 establece un punto de quiebre en el país, con las primeras megaprotestas. Un año después se eleva la cifra de feminicidios, pero hay uno entre ellos, el de Ingrid Escamilla, que enciende aún más el ánimo de las manifestaciones. Y tras ello sobrevienen las descalificaciones. Comienza este discurso que califica a las feministas de conservadoras, así como la negación del gobierno federal ante la violencia creciente, lo mismo que en el ámbito local. ¿Y cuál es el impacto de todo ello? No hay presupuesto suficiente para atender los casos, ni interés por emprender una agenda pública para resolverlo”, dice Paola González Solís, del colectivo ¡Ya basta, Nuevo León!
La agenda feminista es uno de los temas sensibles no solo para los gobiernos. Se ha colado también en el debate de las nacientes campañas presidenciales, que por primera vez disputan dos mujeres, una de las cuales habrá de comandar los destinos del país entre 2024 y 2030. Desde la década de 1990, cuando la violencia feminicida registró su epicentro en núcleos poblaciones tan distantes entre sí, como Ciudad Juárez y Ecatepec, el tema ha sido soslayado en cada campaña electoral, sea de carácter local o nacional. En la actual contienda por la presidencia, Xóchitl Gálvez y Claudia Sheinbaum se conducen sin incorporar en su estrategia el diseño de una política pública tendiente a reducir el índice criminal contra las mujeres. Por el contrario, ambas han debido sortear reclamos encendidos de activistas ya sea por sus declaraciones o actos de promoción.
“Necesitamos que la democracia real establezca los derechos sustanciales de las mujeres y se obtengan consecuencias con ello, como la baja de la violencia, desde luego la feminicida, que es la más letal, la más terrible y es la máxima expresión de odio hacia las mujeres”, dice Gabriela Pablos, de la Unión de Madres Protectoras, parte de la colectiva feminista contra la violencia vicaria. “Necesitamos presionar sobre ello, porque ya hemos visto cómo Javier Milei mandó cerrar en Argentina la Secretaría de las Mujeres, diciendo que ya no va a haber feministas viviendo del Estado, como si la violencia machista fuera un tema rapiñero. Eso es lo que no podemos permitir en nuestro país: un gobernante cegado a la violencia machista”.
No solo la violencia animó la gran ola feminista. El movimiento verde de los años recientes llevó en 2021 a que la Suprema Corte de Justicia de la Nación dictaminara que ninguna mujer podía ir a prisión por abortar. El máximo tribunal ordenó a las entidades federativas eliminar de sus códigos penales la acción punitiva en caso de interrupción del embarazo, pero a la fecha solo la tercera parte de los estados ha acatado el mandato. Apenas en septiembre de este año, la SCJN escaló una acción más favorable al movimiento feminista y decidió por unanimidad despenalizar el aborto a nivel federal, lo que obliga a instituciones como el IMSS o el ISSSTE a ofrecer el servicio de manera gratuita y con garantías totales para el personal médico.
En medio de estas acciones, Xóchitl Gálvez, la candidata del bloque opositor compuesto por el PAN, el PRI y el PRD, ha debido matizar su postura personal respecto al tema. En su condición de senadora ofreció declaraciones a favor de la despenalización del aborto. “Si se toma esta decisión debe ser acompañada, no juzgada. Ninguna mujer más debe pisar la cárcel por decidir sobre su cuerpo”, dijo antes de abanderar la coalición. La posición del PAN, el principal partido de la alianza, ha sido históricamente de total discrepancia sobre ese derecho fundamental de las mujeres. Ante ello, a Gálvez no le quedó sino alinearse. “Mi postura es que encabezo un Frente Amplio donde caben diferentes posturas y seré respetuosa de cada una”, declaró en septiembre.
Eso la descarta como interlocutora para las activistas.
“Yo soy una mujer activista por los derechos de mujeres, niñas y niños y me coloco en el espectro de la izquierda. Políticamente soy de izquierda, pero estoy hablando de política no de política electoral. Ante ello, quiero decir que al tener una candidata que es de derechas y otra de izquierdas, obviamente a mí la de derechas me representa un retroceso para los derechos de las mujeres, niñas y adolescentes. Pero el hecho de tener una candidata que es de izquierdas también representa una obligación de las feministas de estar monitoreando, vigilando y exigiendo, si es que ella es la que queda en el cargo de presidenta de la República”, dice Ariadne Lamont, coordinadora de las Activistas Feministas de la Laguna.
Desde el momento en el que Claudia Sheinbaum se hizo con la precandidatura única de Morena, Partido del Trabajo y el Verde Ecologista, el apoyo de grupos feministas ha ido en aumento. Pero tanto en su ejercicio como jefa de gobierno de la Ciudad de México como en su condición de virtual candidata presidencial, existen colectivos que también la han increpado por su falta de empatía y una ausencia discursiva plenamente identificada con los derechos y justicia hacia las mujeres.
“Ninguna de las dos candidatas son feministas”, ataja Paola González, de ¡Ya basta, Nuevo Léon! “Claudia siempre ha adoptado el discurso de López Obrador, que no deja pasar un mes sin que se conduzca con un discurso criminalizante o que nos llame conservadoras. Lo mismo hace Claudia, excepto con aquellos grupos que la apoyan. Pero si eso desalienta, con Xóchitl la cosa es peor: Va a Monterrey y se declara a favor del aborto, pero luego el PAN le jala las orejas y se desdice. El panorama es muy triste, estamos entre la espada y la pared”.
La posición presidencial incide en tiempos de campaña. O al menos lo hace en el ánimo de una de las alas del activismo.
“Eso de vernos a la par del Cártel Jalisco o de los grupos de extrema derecha no deja de ser terrible”, se duele Gabriela Pablos. “Lo que debiera verse como parte del avance democrático termina visualizándose como una amenaza. […] Desde luego ellos saben que necesitan el voto de las mujeres, que necesitan atender estas necesidades porque son reales, no es una invención que nos estén matando, no es una invención que no accedamos a la justicia, no es una invención todo lo que estamos denunciando. Por eso no queremos que vengan a tomarse la foto y que nos digan que nos van a atender. Queremos ver la acción del Estado realmente sancionando a esas autoridades, a esos jueces que están arrebatando a niños y niñas de sus madres; a esos jueces que cambian la tipificación de los delitos de tentativa de feminicidio a solo lesiones”.
Pablos recién termina una audiencia en la que apoya a una madre paraguaya que fue violentada y despojada de su hijo por el esposo, un médico cirujano hermano de una magistrada de la Ciudad de México, que, dice la activista, maniobra para despojar a la víctima de todo derecho y hasta de su libertad. Este tipo de casos, que se cuentan por decenas cada día en todo el país, son lo que vuelve imperativa una política pública que realmente sostenga el derecho de las mujeres. Pero es algo que, aun en una contienda entre dos de ellas, difícilmente habrá de mejorar el panorama.
“El hecho de ser mujer y de asumir un puesto de poder no significa que realmente los intereses de las mujeres se vayan a ver representados”, dice. “No solamente se trata de romper ese techo de cristal, no se trata nada más de hacer historia, se trata de para qué vas a llegar a ese lugar, qué vas a hacer una vez que estés ahí. Seguimos pensando que el tema de género es un tema sexista y no estamos hablando de sexismo, no estamos hablando de una cuestión de ‘Soy mujer’, y entonces de ya porque tenemos una presidenta nos va a representar. De nada sirve que sea una mujer si va a seguir contestando a todas las demandas con la misma agenda machista, con un aparato en donde a las madres buscadoras no las reciben, en donde nos ven como peligrosas, en donde nos revictimizan… En el caso de Xóchitl sabemos que la corriente es de derecha, y es algo importante decirlo porque no existe un feminismo de derecha”.
*Este es el sexto de una serie de contenidos periodísticos que dará cuenta de la condición que guarda el país, y la forma en que habrán de reconfigurarse los poderes y el mapa político de cara al proceso electoral de 2024.
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about ignacio alvarado álvarez
Journalist - Periodista
Periodista especializado en sistemas criminales, estructura y política sociales.
Fue co-director de Newsweek en Español. Formó parte de la Unidad de Investigaciones Especiales de El Universal.
Ha colaborado en las revistas EmeEquis, Contralínea, Variopinto, Letras Libres y el diario La Jornada. Escribió para el área de reportajes especiales de Al Jazeera América. Fue jefe de información y reportero de la Unidad de Investigaciones de El Diario de Juárez.
Conferencista y director de talleres sobre periodismo de investigación en universidades de México, Estados Unidos, Europa y Centroamérica.
Es coautor de los libros La Guerra por Juárez (Planeta 2010) y La guerra contra el narco y otras mentiras (BUAP 2011).
Fue asesor de estrategia comunicacional de la Comisión de Asuntos Fronterizos del Senado de la República (2001-2003), y productor asociado en América Latina de ARD, Televisión Pública Alemana.
Actualmente colabora en portafolios de investigación con Insight Crime.